domingo, 23 de junio de 2013

Paso a paso.

En mi clase de pilates del jueves, durante un ejercicio en apariencia fácil (como muchos de los ejercicios de pilates, que parecen fáciles pero no lo son), sentí mi transverso abdominal como la faja de músculos que es, una fuerza que me empujaba el abdomen hacia adentro, hacia la columna, sí, justo como si me hubiera puesto una faja apretada. No es que nunca lo hubiera sentido, claro, había estado presente durante mis clases pero no como sucedió ese día.

Sin embargo, no había faja, sólo el resultado de un año y un par de meses de constancia y disciplina pilatera. Dos horas a la semana el primer año, prácticamente todos los días desde mayo de este año. No más.

Ahora tengo un cuerpo más fuerte y flexible...y me he vuelto más humilde. No sólo mi cuerpo ha cambiado, también he cambiado yo, y en más de un sentido. 

Antes, lo único importante para mí era lograr objetivos que, si bien ya no me parecen imposibles, he comprendido que llevan tiempo, que el cuerpo no puede doblarse en dos después de haber pasado años en el sedentarismo, que no podemos forzar a nuestros músculos a moverse de cierta forma sin lastimarlos si ni siquiera podemos sentirlos, que no podemos forzar a nuestras articulaciones si, debido a nuestra flojera o por cualquier otra circunstancia, no tienen la flexibilidad suficiente para hacer el trabajo mínimo para el que existen.

He aprendido a ser paciente con mi cuerpo, a amar mi proceso, a darme cuenta que no importa cuanto tiempo me lleve llegar sino llegar, porque más vale tarde y bien, que lesionada y frustrada. Mi cuerpo se ha vuelto más fuerte y flexible, sí, pero todavía no me siento capaz de hacer ciertas disciplinas deportivas. Eso es humildad, diría mi maestra. Tener la capacidad de decir: "Todavía no tengo la fuerza y flexibilidad necesaria para hacer equis cosa, pero no me rindo ni me desespero y sigo trabajando."

También me he vuelto más crítica conmigo misma, pero de una manera amable. No forzo a mi cuerpo si noto que un ejercicio específico me está costando trabajo, al contrario, lo llevo por el camino gentil de los movimientos sutiles, del prepilates, de empezar de a poco y ver como solito va respondiendo a las exigencias. El cuerpo, mi cuerpo, noble como él solo, me ha demostrado que no hace falta lastimarlo ni exigirle para que logre lo que antes me parecía imposible. 

¿Por dónde empecé? ¡Ah, sí! Mi transverso...que se sintió como nunca en mi clase del jueves. Un músculo hermoso que me abrazó como una promesa, no, no como una promesa, como una certeza. La certeza de que con humildad, paciencia, constancia y disciplina, uno puede conseguir lo que desee. Y con esa certeza me he descubierto a mí misma con el andar acompasado y feliz que se obtiene al saberse poseedor de esas virtudes...y de un core fuerte que me da centro y libertad.